Jueves, 19 y viernes, 20 de sept. 2019
2 pases/día
Cementerio de Torrero
Adultos
70 minutos
Estreno absoluto
A partir del programa de la Cadena Ser
Textos de Mafalda Bellido, Juan Cabestany, Luis Miguel García, Juan Mayorga, Juan José Millás, Alfonso Plou, Laila Ripoll y Pepe Viyuela
Dirección de Carlos Martín, Jesús Peña y Santiago Sánchez
“Vidas enterradas” es una serie de reportajes de la Cadena Ser con la dirección de Javier del Pino, Conchi Cejudo y Gervasio Sánchez. En ellos se rescata, a través del documental y con un enfoque de derechos humanos, la vida y la muerte de personas asesinadas durante la Guerra Civil y el Franquismo. De los protagonistas de esas historias apenas se conservan algunas fotografías, pero los recuerdos siguen vivos en sus hijos, en sus nietos, en sus bisnietos, en sus vecinos, en sus compañeros. Después de décadas, son ellos quienes rompen el silencio para narrar esas biografías. El equipo de “Vidas Enterradas” completa los relatos investigando en archivos militares, hemerotecas, visitando prisiones, cementerios, asistiendo a la exhumación de fosas comunes, etc.
Con ese material, tres compañías: L’Om Imprebís, Teatro del Temple y Teatro Corsario y un conjunto de autores entre los que destacan Juan José Millás, Alfonso Plou, Laila Ripoll, Luis Miguel García, Juan Mayorga, Mafalda Bellido, Juan Cavestany o Pepe Viyuela, entre otros, preparan una versión teatral a partir de una serie de monólogos encadenados que nos acercan a las víctimas, testigos y especialistas comprometidos en el rescate de esa memoria enterrada. El espectáculo está pensado para representarse en lugares no convencionales y con un formato abierto que permita, con el tiempo, ir integrando nuevos testimonios, hasta realizar un gran fresco de las fosas silenciadas del franquismo y del gran número de desaparecidos que hacen de nuestro país el segundo del mundo en esta cuestión.
El programa “Vidas enterradas” ha merecido el Premio Internacional de Periodismo Rey de España.

- Dirección: Santiago Sánchez, Carlos Martín y Jesús Peña
- Dramaturgia: Mafalda Bellido, Juan Cabestany, Luis Miguel García, Juan Mayorga, Juan José Millás, Alfonso Plou, Laila Ripoll, Pepe Viyuela
- Producción: Ana Beltrán, María López Insausti, Luis Miguel García
- Escenografía: Tomás Ruata
- Vestuario: Ana Sanagustín
- Caracterización: Virginia Maza
- Iluminación: Tatoño Perales
- Espacio Sonoro David Angulo
- Fotografía: Marcos Cebrián
- Diseño Gráfico: Wadstudio
- Equipo de Producción: Pilar Mayor, Alba Moliner
Dirigida por Santiago Sánchez, L’OM-IMPREBÍS ha consolidado, desde su fundación en los años ochenta, no sólo una marca de producción sino el trabajo conjunto de un núcleo estable de actores y creativos, compuesto por más de treinta personas de distintas nacionalidades. Su trabajo artístico se ha diversificado desde los grandes textos clásicos hasta la improvisación en vivo; desde el humor más directo hasta la puesta en escena de los más influyentes autores contemporáneos. La compañía, combina un repertorio muy variado que abarca desde los clásicos españoles como Quijote o Don Juan hasta obras de referencia de la dramaturgia universal: Galileo de Bertolt Brecht, Calígula de Albert Camus o Tío Vania de Antón Chéjov. Pero también se ha lanzado a nuevas propuestas y lenguajes como es el caso de Imprebís –espectáculo pionero en nuestro país del teatro de improvisación– o Los mejores sketches de Monty Python –homenaje junto a Yllana a los maestros del humor inglés–. Entre sus espectáculos se encuentran Imprebís, Orígenes, Calígula, Musicall, Don Juan Tenorio, ¡¡Moon!!, Los mejores sketches de Monty Python, Quijote, La mujer invisible, En la soledad de los campos de algodón, Galileo, Zapping y Chiquilladas. Su trabajo ha merecido el reconocimiento de premios tan prestigiosos como el Ercilla de Bilbao, Los premios del público de Festival de Teatro Centro Americano del Salvador y el de la Asociación de Espectadores de Palma de Mallorca, o Los de las Artes Esçénicas de Valencia y Teatro Rojas de Toledo, entre otros.
Teatro del Temple, cuyo equipo estable son Carlos Martín, Alfonso Plou y María López Insausti, nace en 1994. Desde entonces ha ido tejiendo más de cuarenta espectáculos, consolidando un equipo humano y un sello artístico. Ha estado presente en toda la geografía nacional y en numerosos teatros y festivales internacionales. Sus piezas combinan la dramaturgia propia (con obras sobre Goya, Buñuel, Picasso o Warhol) con la puesta en escena de autores contemporáneos (Luis Araújo, Antonio Orejudo, Maxi Rodríguez o Jordi Galcerán entre otros). Sin olvidar el repertorio universal (de Shakespeare a Lope y de Lorca a Valle-Inclán). Con ellas ha conseguido importantes premios, como el Premio Max al Mejor Espectáculo Revelación por Picasso Adora la Maar y cuatro nominaciones más, por otros tantos espectáculos. Destacan entre otros muchos de sus trabajos la puesta en escena de: La vida es sueño; Transición; luces de Bohemia; Dakota; Arte de las putas; Yo no soy un Andy Warhol; Ventajas de viajar en tren; Buñuel, Lorca y Dalí; Macbeth y Lady Macbeth; Goya; Rey Sancho… Teatro del Temple ha trabajado paralelamente en la preparación de diferentes eventos. Desde la dirección y diseño escénico de giras para Bunbury o Loquillo al trabajo con compañías de danza como las de Rafael Amargo y Miguel Ángel Berna.
Como Temple Audiovisuales se han realizado varias producciones audiovisuales, spots y cortometrajes, entre los que destaca Meninos do Rio, nominado a los Goya 2015 y el documental El precio de la risa. Desde septiembre del año 2012 cogestiona el Teatro de las Esquinas.
La compañía TEATRO CORSARIO se forma en 1982. Su larga trayectoria se caracteriza por un especialísimo tratamiento de los clásicos en lengua castellana que la ha situado entre las más importantes compañías de verso. Por otro lado, pone en escena novedosos espectáculos de títeres para adultos de ámbito internacional. Fernando Urdiales (Premio Castilla y León de las Artes) fue el director de la mayor parte de las producciones hasta su fallecimiento en 2010. Jesús Peña es el director de “Clásicos cómicos, entremeses de burlas» y de los dramas «El médico de su honra» de Calderón de la Barca y “Traidor” de José Zorrilla –incluidos ambos en la programación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico–, así como de los espectáculos de títeres para adultos “La maldición de Poe”, “Vampyria” y “Aullidos”. Javier Semprún ha dirigido “El cuervo” de E. A. Poe y «El Patio» de Spiro Scimone. Luis Miguel García ha dirigido «Teresa, miserere gozoso» y «Barataria». La música de todos los espectáculos ha sido compuesta por Juan Carlos Martín. La compañía ha obtenido, entre otros muchos premios, el Premio Max y el Premio Adolfo Marsillach, que otorga la Asociación de Directores de Escena de España (ADE). TEATRO CORSARIO realiza giras por toda España y ha visitado Francia, Gran Bretaña, Alemania, Austria, Italia, Portugal, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Polonia, Croacia, México, Colombia, Ecuador, Uruguay, Puerto Rico, Estados Unidos y China.
Apuntes para una dramaturgia
– Mari Carmen es un ejemplo perfecto de alguien que busca a su familiar. En este caso una nieta que se ha encontrado con la historia de su abuelo ausente y ha decidido buscar respuesta a las preguntas que nunca la tuvieron.
– Las mujeres deben tener mucho protagonismo en las historias, de hecho, sería casi imposible obviarlas porque aparecen de diferentes formas en todos los capítulos y una de ellas podría ser Carmen, la mujer de Francisco. Quizá podamos explorar su historia a partir de la caja en la que ella guardaba la fotografía de Francisco. Se quedaba mirándola mientras enseñaba francés a uno de sus nietos y le pedía que la dejase a solas para poder quedarse con su tristeza, con sus recuerdos… La misma historia de Francisco Romero Carrasco la podemos rescatar a través de los cuadernos que Esther y Ana le enseñaron a Gonzalo, Álvaro, Carmen y Juan Manuel cuando llegaron de Canadá… Fue un viaje emocional al pasado, que les conectó con sus recuerdos, pero también con su idioma y con esa misma imagen de Carmen con esa caja en sus manos… He pensado mucho en la importancia de los objetos a medida que releía guiones. En radio me ha tocado describirlos, pero en teatro podríamos verlos. En esta misma historia hay otro objeto precioso desde el que contar y que está lleno de contenido: el libro de matemáticas de Francisco lleno de problemas dedicados a su hija Carmen. Uno de los monólogos podría centrarse en una de estas personas que llegan hasta Canadá, vía Chile y que, años más tarde, viajan a España sin saber el pasado que aquí les esperaba. El olvido y la memoria son protagonistas paralelos en esta historia.
– La mirada de los niños en todos los capítulos aparece de diferentes formas… Primitivo Florián es uno de ellos. Es ese niño que pudo ser quemado en el horno del pueblo porque los falangistas habían decidido eliminar a los hijos de los rojos que ya habían asesinado. Antonio, es otro ejemplo. Es el chico que es enviado al cementerio de la Puebla de Cazalla para evitar que tenga problemas en el pueblo y es testigo de lo que sucede allí por las noches. Pepita Celda guarda en su memoria la despedida de su padre en prisión y cómo desde entonces nunca más pudo volver a reír ni a llorar. También el de Víctor que cuenta como, cuando se llevaron al maestro, “el pueblo perdió el color. Se quedó en blanco y negro”
También una de las historias (Francisco, Carmen, Víctor…) podría trasladar el reconocimiento y homenaje a los maestros y a todas las personas que enseñaban y transmitían a mor al conocimiento a los jóvenes y que fueron uno de los principales objetivos de la represión.
– La idea de mantener un poco de dignidad en medio de la barbarie la encarna Leoncio Badía. Yo creo que más allá de la historia de Leoncio, podría ser muy interesante rescatar la idea de Mafalda. Esa conversación dentro de una fosa, bajo tierra de personas que han sido asesinadas… Su texto era muy largo pero un diálogo corto entre dos o tres personas podría ser muy potente
– La propia historia de Leoncio podría contarse desde los testimonios de la hija de Leoncio Badía y la nieta de Juan Peset Aleixandre. Es la suma de ambos la que completa la historia de cómo murió y fue enterrado un hombre ilustre de Valencia que fue perseguido y sepultado con la mayor dignidad posible gracias a la ayuda de Leoncio.
– Javier Ortiz, el antropólogo forense. Ese lector de huesos que es capaz de leer lo que el tiempo y la tierra quiso ocultar y esconder es increíble. Personas que fueron asesinadas a golpes, en medio de la noche. No hubo testigos, pero a pesar de que han pasado 80 años es posible reconstruir qué pudo suceder aquel día. Del episodio de Pomer también resulta muy interesante la carta de Belén García sobre Saturio Lezcano.
– La latita que llegó a manos de la familia Mendieta tras el asesinato de Timoteo. Ese objeto que había servido para que entrase y saliese comida a la prisión de Guadalajara también había servido para que María, su mujer, le llevase fotografías de ella con sus 8 hijos. Era la mejor forma de que estuviesen con él. Ascensión recuerda su historia a través de esas fotografías y de los recuerdos más dolorosos de su infancia que nos llevan a sus 12 años cuando abrió la puerta a los verdugos de su padre.
Conchi Cejudo
Cadena Ser
Cementerio de Torrero: un lugar para el estreno
En este cementerio zaragozano yacen los restos de varios miles de personas asesinadas durante la guerra civil de 1936-1939 y la dictadura de Franco, hasta 1946. Las recordamos ahora, tras décadas de silencio y olvido, ofreciendo la información sobre el lugar en el que fueron ejecutadas y las fosas en las que fueron enterradas. Y frente a ese pasado, aparece aquí también la memoria de los vencedores de la guerra civil, que honró con monumentos y placas conmemorativas sólo a sus muertos, a los héroes y mártires caídos en la Gloriosa Cruzada. Son los diferentes recuerdos y memorias de aquella guerra y de la larga postguerra, unos omnipresentes y los otros silenciados. Son seis lugares distintos que evocan el tiempo de olvido y recuerdo transcurrido desde julio de 1936.
Esta ruta elaborada por el filósofo Julián Casanova, colaborador del programa de radio y escritor del estudio “El pasado oculto” sobre la represión franquista, es un marco más que adecuado para el estreno de este espectáculo que trata de oír las voces silenciadas tanto de los represaliados como de los parientes que hoy en día siguen buscando sus restos por toda la geografía nacional intentando devolverles la voz que fue silenciada y un espacio de dignidad donde reposar.
Estos son los 6 lugares que componen la ruta. Una ruta que puede servir para poner en cada uno de esos lugares en pie uno de los 6 monólogos que compondrían “Vidas enterradas”:
- Lugar de Ejecución
- Capilla de los Caídos
- Fosas para las Víctimas
- Monumento a los Muertos por la Democracia
- Monumento a los Caídos
- Memorial: A las Víctimas de la Violencia Franquista
Lugar de ejecución:
Desde el primer momento de la sublevación militar, iniciada en Zaragoza en la madrugada del 19 de julio de 1936, las nuevas autoridades pusieron en marcha una represión selectiva para eliminar a sus enemigos políticos e ideológicos. Al principio, en los meses que siguieron a la sublevación, los detenidos no pasaban por tribunales militares ni consejos de guerra y, tras ser asesinados, sus cadáveres quedaban abandonados a orillas del canal Imperial, en los descampados de Valdespartera o en los barrios rurales que rodeaban a la capital.
Unos meses después, puestos ya en marcha los juzgados militares, la mayoría de las ejecuciones se llevaron a cabo en la tapia trasera del Cementerio, junto al mausoleo de Joaquín Costa, en un rito que se repitió hasta agosto de 1946. Los reos procedían de la cercana y entonces nueva cárcel de Torrero, que había sido inaugurada por el dictador Miguel Primo de Rivera en octubre de 1928, y eran trasladados hasta esa tapia de madrugada en una camioneta. Un sacerdote les acompañaba y eran colocados, atados, en fila mirando a la tapia. Tras ser derribados por los tiros del pelotón de fusilamiento, el sacerdote les daba la absolución y la extremaunción, antes de que el teniente de turno se acercara y les descargara el tiro de gracia.
Capilla de los caídos
La Iglesia católica denominó a la guerra civil desde el primer momento cruzada por la religión, por la patria y la civilización. Ya durante la guerra, en el bando franquista, los capellanes castrenses y los obispos dedicaron numerosas ofrendas y ceremonias fúnebres a los Mártires de la Cruzada, a militares caídos en combate en el frente y a civiles asesinados en la retaguardia republicana.
Acabada la guerra, las iglesias y cementerios se llenaron de memoria de los vencedores. Según las cifras aportadas por el Ayuntamiento de Zaragoza, en este Cementerio se encontraban enterrados, en diferentes lugares, 3.936 caídos en la Cruzada de Liberación en el frente y hospitales de Aragón. El 14 de julio de 1942, el Pleno Municipal acordó construir una capilla religiosa y dos manzanas de nichos, una a cada lado, para honrar de forma conjunta a los que murieron en la Gloriosa Cruzada. Las obras se adjudicaron un año después y, por problemas presupuestarios, no finalizaron hasta 1945. Los gastos de exhumaciones y traslados a los nichos corrieron por cuenta de la Corporación. Los restos de casi todas esas víctimas, de 3.560 exactamente, fueron llevados en los primeros meses de 1961 al Valle de los Caídos, que había sido inaugurado dos años antes, el 1 de abril de 1959.
Fosas para las víctimas
Los cadáveres de la mayoría de las personas fusiladas en la tapia trasera del Cementerio, junto al mausoleo de Joaquín Costa, fueron enterrados en este lugar, bajo el andador de la manzana 4, en dos grandes zanjas de 500 metros de longitud y 2 y 4 metros de anchura. Apenas tres semanas después de la sublevación militar, el 5 de agosto de 1936, cuando decenas de personas ya habían sido asesinadas, García Belenguer, concejal del nuevo Ayuntamiento nombrado por los militares rebeldes, solicitó, como puede leerse en el Acta de la sesión de ese día, que fueron llevados compresores al Cementerio para verificar con mayor rapidez los trabajos de aperturas de zanjas.
Las víctimas yacieron aquí, olvidadas, y sin que ninguna autoridad hiciera nada por desenterrarlas y darles una digna sepultura, hasta febrero de 1979, cuando comenzó la exhumación de los restos, que se encontraban en cajas amontonadas una encima de otra, en varias hileras. Había restos de aproximadamente 2.700 víctimas, fusiladas durante la guerra y la posguerra. Todos ellos, menos los restos de 175 navarros y riojanos asesinados por falangistas en la Segunda Bandera de la Legión Sanjurjo, que pudieron llevárselos sus familias tras la exhumación autorizada por el entonces alcalde Miguel Merino, fueron trasladados a una fosa común en el andador de los caídos. El primer alcalde de la democracia, Ramón Sainz de Varanda, elegido en abril de 1979, ordenó construir allí, en recuerdo, un sencillo monumento, una lápida con un monolito, en el que se grabó la inscripción: A cuantos murieron por la libertad y la democracia, 1936-39 y posguerra.
Monumento a los muertos por la democracia
Aquí reposan los restos de unas 2.500 personas fusiladas en la tapia trasera del cementerio, junto al mausoleo de Joaquín Costa, durante la guerra civil y los ocho primeros años de la dictadura del general Franco. Fueron trasladados a este lugar, tras ser encontrados en dos grandes fosas en 1979, bajo el andador de la manzana 4, donde habían permanecido ocultos durante cuatro décadas. En aquella España recién salida de la dictadura, nada se hizo por identificarlos, localizar a sus familias, darles una digna sepultura y los restos, con la excepción de los asesinados de la Segunda Bandera de la Legión Sanjurjo, fueron trasladados a esta fosa común, enterrados de nuevo en silencio. Ramón Sainz de Varanda, el primer alcalde elegido democráticamente tras la muerte de Franco, quiso rescatar a todas esas víctimas del olvido y ordenó erigir este monumento, inaugurado el 1 de noviembre de 1980, en recuerdo a cuantos murieron por la Libertad y la Democracia, 1936-39 y postguerra.
Monumento a los Caídos
Un decreto del general Franco de 16 de noviembre de 1938, cuando la guerra civil todavía no había acabado, proclamaba día de luto nacional el 20 de noviembre de cada año, en memoria del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera un día como ese de 1936, y establecía, previo acuerdo con las autoridades eclesiásticas, que en los muros de cada parroquia figurara una inscripción que contenga los nombres de sus Caídos, ya en la presente Cruzada, ya víctimas de la revolución marxista.
Ese fue el origen de la colocación de placas en las iglesias y de la construcción de monumentos conmemorativos a los caídos. Finalizada la guerra, España se llenó de memoria de los vencedores. En Zaragoza, en 1941, el alcalde Francisco Caballero propuso eternizar el recuerdo de nuestros mejores y un año después, la Corporación Municipal convocó un concurso de anteproyectos para la realización de ese monumento funerario. Tras varios proyectos inviables, dada su ambiciosa y carísima construcción, el monumento, rematado por una gran cruz, se terminó en 1954 y se colocó en la Plaza del Pilar, donde hoy está situada la fuente de la Hispanidad, dedicado A los héroes y mártires de Zaragoza. Caídos en la Cruzada de Liberación 1936-1939. Allí, cada 20 de noviembre, hasta el final de la Dictadura, se celebraba un acto de homenaje a los caídos en la Cruzada, en el que participaban las principales autoridades del Movimiento Nacional. En 1990, con motivo de la remodelación de la Plaza del Pilar, la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza propuso conservar el monumento y trasladarlo a este lugar de acceso principal al Cementerio de Torrero.
Memorial a las víctimas de la violencia franquista
En julio de 1936 una parte importante del ejército español se alzó en armas contra el régimen republicano instaurado democráticamente en abril de 1931. La sublevación militar triunfó en la ciudad de Zaragoza y desde el primer instante la obediencia a la ley fue sustituida por el lenguaje de las armas, el desprecio a los derechos humanos y el ejercicio de la violencia. Acabada la guerra, las ejecuciones continuaron durante casi una década.
En este lugar de memoria, construido desde la democracia, por acuerdo unánime del Pleno del Ayuntamiento de Zaragoza de 25 de septiembre de 2009, aparecen 3.543 víctimas de esa represión, 3.096 durante la guerra civil y 447 durante la posguerra, hasta el 20 de agosto de 1946. Al principio, en los meses que siguieron a la sublevación, los detenidos no pasaban por tribunales militares ni consejos de guerra y, tras ser asesinados, sus cadáveres quedaban abandonados a orillas del canal Imperial, en los descampados de Valdespartera o en los barrios rurales que rodeaban a la capital. Unos meses después, puestos ya en marcha los juzgados militares, la mayoría de las ejecuciones se llevaron a cabo en la tapia trasera de este Cementerio, junto al mausoleo de Joaquín Costa.
La información sobre esas víctimas procede de los libros de defunciones del Registro Civil, del Registro del Cementerio de Torrero, de los expedientes de inscripción del Juzgado y de los Archivos Militares. El recuento de estas 3.543 víctimas ha sido posible gracias a la investigación realizada por los historiadores Julián Casanova, Ángela Cenarro, Julita Cifuentes, Mª Pilar Maluenda y Mª Pilar Salomón, divulgada en el libro El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939).