Viernes, 13 y sábado 14 de sept. 2019
Teatro del Mercado
15 €
Publico juvenil y adulto.
80´
Estreno absoluto
Teatro y títeres
Adaptación de Iñaqui Juárez de la novela “Caín” del Premio Nobel de Literatura, José Saramago.
Teatro Arbolé en este su cuarenta cumpleaños (1979-2019) acomete uno de sus proyectos más deseados desde hace años, una producción de teatro de títeres y actores de gran formato adaptando la novela de José Saramago: Caín. Una producción muy especial dirigida a público joven y adulto que pretende desarrollar toda la experiencia acumulada durante estos años en el mundo del títere. Una producción que cuenta con actores y títeres y que pretende aportar la visión titiritera al teatro contemporáneo. Elegir el texto de José Saramago es asumir un riesgo importante pero a la vez es un aliciente.
CAÍN de SARAMAGO
Solo con ojear la novela, lo primero que llama la atención es la falta de signos de puntuación, los párrafos son enormes y sin pausas, se mezclan intervenciones del narrador, diálogos o pensamientos de los personajes. Todo se sucede sin pausas gramaticales, el texto te invade a borbotones e inunda la novela de toda clase de sucedidos, de una manera que te deja sin aliento.
Este alarde literario no puede esconder la inmensa teatralidad del texto. Casi me atrevería a decir que es un intento premeditado del autor para enmascarar, con su tremendo ingenio, lo que, para mí, es una obviedad, es un texto para la escena.
Al igual que Cervantes en la segunda parte de el Quijote, Saramago encadena una escena tras otra, un sutil sainete (perdón por el término) tras otro. No importa que no tenga una continuidad temporal, que Caín viaje hacia delante y hacia detrás en el tiempo. Da igual. La historia tiene coherencia por el devenir del protagonista mismo y de su relación con su creador.
También hay que decir que, la nuestra, es una adaptación de la novela de Saramago, exclusivamente de esa tremenda obra literaria de nuestro tiempo, nada más. No tenemos ningún interés en ir más allá, ni en especular con las motivaciones del autor al escribirla. Nos apropiamos de su obra y a ella, y solo a ella, nos entregamos.
Iñaqui Juárez
- Adaptación: Iñaqui Juárez
- Dirección: Iñaqui Juárez
- Ayudante de dirección: Javier Aranda
- Titiriteros: Azucena Roda, Pablo Girón y Julia Juárez
- Actores: Pedro Rebollo (Caín), Jaime Ocaña (Dios) e Inmaculada Oliver (Lilith)
- Diseño de vestuario: María José Montón
- Realización de vestuario Paz Escuín
- Iluminación: Julio Sebastiá
- Diseños: María José Montón / Julia Juárez
- Escenografía: Iñaqui Juárez
- Construcción: Teatro Arbolé
- Construcción de muñecos: Teatro Arbolé
- Fotografía: Simón Aranda
- Vídeo: Francisco de Miguel
- Producción: Esteban Villarrocha
- Ayudante de producción: María José Montón
- Gestión: Lidia Becana
- Prensa: Ana Rioja
- Distribución: Pilar Pardo
Es una coproducción del Patronato Municipal de las Artes Escénicas y de la Imagen de Zaragoza (PMAEI) con Teatro Arbolé
La acción se desarrolla en distintos planos.
Dios
La superioridad del creador, del ser supremo que, desde su atalaya, hace ostensible su poder sobre su creación sin hacer concesiones ni a la justicia ni a la equidad, con la impunidad que da el no tener que dar cuentas a nadie.
Los títeres
A los títeres les corresponde representar las historias ya sabidas, tan sabidas que no hay que entrar en detalles, lo que importa es la acción, lo qué importan son los hechos. Nada más adecuado que el lenguaje titiritero para representar acciones desaforadas, hipérboles constantes, pasajes macabros y truculentos que se convierten en divertidos juegos escénicos representados por muñecos.
Los actores
Y Caín, el Caín de Saramago, siempre dispuesto a hacer lo que nadie hace, cuestionar a Dios. Caín es el ser humano, pero no el del antiguo testamento, es el ser humano de hoy, con un bagaje humanista de siglos, con un razonamiento independiente e insumiso. Se expresa libremente, entra en polémicas constantemente y, como Saramago, no teme a las palabras. Este es el plano de los actores.
En el mundo, el supremo hacedor está en lo alto, con no demasiada gana sigue haciendo hombres, muñecos que va terminando y arrojando al mundo, abandonándolos a su libre albedrío.
Abajo, un inmenso montón de muñecos, la humanidad creada se amontona a sus pies. Caín acaba de matar a su hermano y se enfrenta a Dios.
El paso del tiempo es caprichoso para Caín, el polvo y el viento le hacen dar saltos adelante y atrás en la línea temporal. El pasado, es lo que ocurre en escena y el presente se confunde con un presente futuro, el tiempo pasa de otra manera en este devenir de Caín.
Las historias conocidas, esas que se narran en el antiguo testamento, son contadas y vividas por los muñecos. Unas y otros tienen mucho que ver, la exageración, la falta de límites, el juego simbólico, son elementos inherentes a ambos, que comparten su fondo y en su forma, y cuyo sangriento contenido es minimizado por la acción de los peleles, simples objetos en la mano de un manipulador.
Pero Saramago se adentra en otras consideraciones, Caín es su Caín, un personaje marcado por Dios que se rebela contra él, alguien que no acepta a ese Dios ni su obra, ni sus acciones. Su voz está presente en la de los actores.
Al contrario que los muñecos, estos no entran en los juegos simbólicos. Su discurso es real, su opinión surge de la vida, no interpretan lo que pasa, lo ven como sucede y forman sus valoraciones en la literalidad tan cruel y sangrienta de los textos antiguos.